La fibra tiene la particularidad de no ser digerida por los enzimas del estómago y del intestino delgado, de manera que llega casi íntegra al intestino grueso, lo cual favorece el desarrollo de la flora intestinal. Además, la capacidad de la fibra para absorber agua hace que su ingesta incremente el peso total de los excrementos y su velocidad de tránsito a través del intestino, con lo que se mejora la regularidad intestinal; cabe añadir, entre las propiedades de la fibra, la de disminuir las concentraciones de colesterol y glucosa en sangre, la de actuar como factor preventivo de la ateroesclerosis, gracias a antioxidantes como los carotenoides, las vitaminas C y E, y metales como el zinc o el selenio; así como la de reducir el riesgo de algunos procesos cancerígenos, gracias a su contenido en compuestos antioxidantes.
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